Georgius Deodatus Damascenus, alias El Árabe, fue el primer vendedor de café de Praga, en 1714. Calentaba las jarras en plena calle sobre una sartén al carbón y, con el dinero ganado, abrió la primera cafetería de Praga en el edificio U Zlatého hada (la Casa de la Serpiente de Oro), cerca del Puente de Carlos, donde ofreció aromatizadas tazas de café hasta su muerte en 1730.
En la primera mitad del siglo XX las cafeterías se convirtieron en una parte inseparable de la vida de la ciudad, especialmente en el periodo del final de la monarquía austriaca y de entreguerras. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial terminó la época dorada de los cafés de Praga. La capital checa es famosa no sólo por su bella arquitectura, sino también por los artistas e intelectuales que buscaron inspiración tomando una taza de café. A los locales históricos, preferidos de literatos y poetas como Nezval, Seifert o Kafka, se suman hoy modernas cafeterías de diseño.